Relato Metadiegético - El Otro Cielo
Carta de Josiane a una amiga
París, 25 de enero de 1939
Mi querida Lucienne,
Te escribo todavía conmovida, sin saber exactamente qué quiero decirte. Tal vez sólo necesito poner en palabras algo para entender un poco lo que pasó anoche.
Ayer acompañamos al patrón a su cumpleaños. Todo estuvo bien al principio: había vino, historias graciosas, esa sopa de cebolla que hice con la Rousse y que hizo reír a Albert, como siempre. Y luego, casi sin pensarlo, tomamos los fiacres hacia la Roquette.
Sabía, por supuesto, a dónde íbamos. Todos lo sabían. Una ejecución. Otra más. Pero esta vez fue como si fuera la primera.
No puedo explicarte, Lucienne, lo que sentí al ver la guillotina en la sombra, esa multitud que reía, bebía, murmuraba. Creí que no iba a poder sostenerme de pie. Me aferré a él — ya sabes, el que trabaja en la Bolsa, del que te hablé. No decía nada. Tal vez pensaba como yo que todo eso no debería haber existido nunca.
Cuando vi al condenado — o más bien esa mancha blanca entre las sombras — sentí que iba a desmayarme. Lo besé, como para arrancarme de ese horror, para encontrar un poco de calor humano. Lo mordí. Sí, Lucienne, lo mordí. No fue amor, fue miedo. Era la noche. Era la muerte, todo a nuestro alrededor.
Ya no sé si quiero seguir saliendo con ellos. Ya no sé si quiero seguir viviendo en este París donde se celebran las muertes como cumpleaños.
Escríbeme pronto, te lo ruego.
Con cariño,
Josiane
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